
Era una noche fría y se sentía que pronto el cielo caería en una tempestad interminable. Luis caminaba por calles oscuras, como siempre con su traje en perfectas condiciones y con un brillo en los zapatos que podría encandilar a cualquiera. Las letras luminosas del club tintineaban de una manera casi molesta. Luis entró, como es normal, el lunes, a este depresivo, pero intenso lugar. Al entrar sintió la densa capa de humo que caracterizaba al “Sitio”, sus ojos se teñían de rojo, la euforia que le producía la música de la banda en una esquina del local pronto invadía su cuerpo, en fin, Él ya era el verdadero Luis. Cuando hablo de la euforia que sentía me refiero a una sensación que lo hacía olvidarse de todo, de los problemas en la casa, su jefe, su esposa, los gritos de los niños, las ganas de pegarse un tiro en la sien para que todo esto termine.
Caminó hacia el único privado con el que contaba el local, ahí lo esperaban sus amigos. La razón que los reunía era la de siempre, hablar de viejas historias de su juventud, cuando su máxima preocupación era acostarse con el mayor número de mujeres posible. Eran cinco hombres adultos, cansados de la vida, encerrados en una habitación y pasándose, uno a uno, un argile lleno de opio. El silencio era realmente incomodo hasta Juan José, el mejor amigo de Luis, dijo:
- ¿Qué nos ha pasado, qué ha pasado con lo que mas apreciábamos, nuestra libertad?
- Tú no tendrás libertad, porque a mi me ha ido increíblemente bien en la vida. Gracias a Dios trabajo de lunes a sábado para traer mucho más que pan a mi hogar-contestó enérgicamente Enrique-.
- ¡Enrique, escúchate! Siempre tan seguro, pero tan inocente. Ya eres otro más atrapado en este sistema-dijo Luis-.
Instantáneamente Enrique se puso rojo como un tomate y se quedó mudo.
Era evidente que su vida ya no era como antes, es más no podían intentar volver a los tiempos de antaño, ya que la vida de otras personas dependían de ellos ahora. Que triste y que agobiante era pensar de esta manera, pero ésta era la forma más realista de enfrentar sus problemas.
En otra esquina de la habitación se encontraba Sebastián, lo habían despedido del trabajo hace ya bastante tiempo y no se atrevía a contarle lo sucedido a sus amigos. Además del trabajo Sebastián había tenido en los últimos años otros problemas, como el divorcio. Llevaba 15 años casado, hasta que descubrió que su mujer lo engañaba con otro. La razón que le dio su esposa fue que le prestaba más atención al trabajo que a ella. ¡Que increíble! Perdió a su mujer por el trabajo, esto lo llevo a una depresión que provocó que lo despidieran. Esta historia es sólo una de las tantas que se tenían ocultas entre estos inseparables amigos.
De repente algo más que el opio y la música sicodélica entró en sus cabezas, de un segundo a otro todos estaban en ese departamento que habían arrendado en la playa cuando sólo tenían 18 años. Era algo más que su imaginación, de verdad estaban ahí, sin preocupaciones, simplemente viviendo, simplemente soñando en como serían sus vidas, soñando con cambiar el mundo. ¿Cómo había sucedido esto? Ni uno lo sabía, lo único que sabían era no se irían nunca más de este lugar, y así sería.
Tocaron la puerta del privado varias veces, fuertemente, pero nadie respondía.
- Señores, estamos cerrando, por favor abran.
Nadie respondió. La camarera forzó la puerta y soltó un estrepitoso grito.
- ¡María ven, apúrate!
María llego rápidamente junto a su compañera de trabajo, pero solamente para ver como yacían muertos los cuerpos de cinco hombres con una imborrable sonrisa en sus fríos rostros.
Caminó hacia el único privado con el que contaba el local, ahí lo esperaban sus amigos. La razón que los reunía era la de siempre, hablar de viejas historias de su juventud, cuando su máxima preocupación era acostarse con el mayor número de mujeres posible. Eran cinco hombres adultos, cansados de la vida, encerrados en una habitación y pasándose, uno a uno, un argile lleno de opio. El silencio era realmente incomodo hasta Juan José, el mejor amigo de Luis, dijo:
- ¿Qué nos ha pasado, qué ha pasado con lo que mas apreciábamos, nuestra libertad?
- Tú no tendrás libertad, porque a mi me ha ido increíblemente bien en la vida. Gracias a Dios trabajo de lunes a sábado para traer mucho más que pan a mi hogar-contestó enérgicamente Enrique-.
- ¡Enrique, escúchate! Siempre tan seguro, pero tan inocente. Ya eres otro más atrapado en este sistema-dijo Luis-.
Instantáneamente Enrique se puso rojo como un tomate y se quedó mudo.
Era evidente que su vida ya no era como antes, es más no podían intentar volver a los tiempos de antaño, ya que la vida de otras personas dependían de ellos ahora. Que triste y que agobiante era pensar de esta manera, pero ésta era la forma más realista de enfrentar sus problemas.
En otra esquina de la habitación se encontraba Sebastián, lo habían despedido del trabajo hace ya bastante tiempo y no se atrevía a contarle lo sucedido a sus amigos. Además del trabajo Sebastián había tenido en los últimos años otros problemas, como el divorcio. Llevaba 15 años casado, hasta que descubrió que su mujer lo engañaba con otro. La razón que le dio su esposa fue que le prestaba más atención al trabajo que a ella. ¡Que increíble! Perdió a su mujer por el trabajo, esto lo llevo a una depresión que provocó que lo despidieran. Esta historia es sólo una de las tantas que se tenían ocultas entre estos inseparables amigos.
De repente algo más que el opio y la música sicodélica entró en sus cabezas, de un segundo a otro todos estaban en ese departamento que habían arrendado en la playa cuando sólo tenían 18 años. Era algo más que su imaginación, de verdad estaban ahí, sin preocupaciones, simplemente viviendo, simplemente soñando en como serían sus vidas, soñando con cambiar el mundo. ¿Cómo había sucedido esto? Ni uno lo sabía, lo único que sabían era no se irían nunca más de este lugar, y así sería.
Tocaron la puerta del privado varias veces, fuertemente, pero nadie respondía.
- Señores, estamos cerrando, por favor abran.
Nadie respondió. La camarera forzó la puerta y soltó un estrepitoso grito.
- ¡María ven, apúrate!
María llego rápidamente junto a su compañera de trabajo, pero solamente para ver como yacían muertos los cuerpos de cinco hombres con una imborrable sonrisa en sus fríos rostros.
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